domingo, 30 de junio de 2013

Sociedad Patriótica Concepto:


Fue una asociación política que surgió como consecuencia de la separación de Manuel Moreno de la Primera Junta, luego convertida en Junta Grande; agrupó a los revolucionarios cuyo fin era declarar la independencia y establecer un triunvirato sobre el Virreinato del Río de la Plata. Fue una entidad política y de oposición al gobierno. Tenía el poder de las Fuerzas Armadas y la conspiración de la Logia. También es conocida como "Sociedad Patriótica Literaria".

sábado, 29 de junio de 2013

Conformación:

 Fue conformado por los seguidores de Mariano Moreno,su líder fue Manuel Moreno, el hermano de éste. en Buenos Aires.Se constituyó en el Club de Marco, el primer domingo de marzo de 1811 en el café propiedad de Pedro José Marco, en la actual esquina de Alsina y Bolívar, como un espacio en donde se debatían temas políticos y filosóficos. Las ideas de Moreno estaban influidas por el concepto de "soberanía popular", difundidos por la independencia de EE.UU. y de la Revolución Francesa, y por la versión del Contrato Social de Rousseau, que concebía a la sociedad como fruto de un pacto acordado libremente por todos sus integrantes.

viernes, 28 de junio de 2013

Integrantes:

Fueron los revolucionarios que seguian el pensamiento de Moreno y sus principios democráticos, entre ellos se destacan:Manuel Moreno, Julián Álvarez, Agustín José Donado, Francisco Planes, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan Larrea, Ignacio Núñez, Salvador Cornet, entre otros.Estos revolucionarios crearon la Sociedad Patriótica porque creían que era necesario agitar el ambiente por medio de un organismo que propagara las ideas del secretario de la Primera Junta y donde pudieran debatirse las cuestiones del momento. Los miembros de la Sociedad Patriótica criticaban el desconcierto que notaban en la Junta Grande. Señalaban la tardanza de ésta en la resolución de las cuestiones fundamentales, esto es, la salida política que se pensaba dar al país. Según la Sociedad Patriótica, la indecisión política de los integrantes del gobierno y su elevado número contribuían a crear esta situación.Sus miembros convertieron el nombre de Moreno en un símbolo para el movimiento revolucionario del Río de la Plata.

miércoles, 26 de junio de 2013

Primera noticia:

En el periódico "Gazeta de Buenos Ayres" el doctor Pedro Agrelo, quien fue redactor oficial de orientación morenista entre el 18 de marzo de 1811 y el 5 de octubre de 1811, se centró en 2 principios sumamente importantes de la democracia liberal: la libertad de expresión y la publicidad del gobierno. Tras esto, los miembros de la Sociedad tomarían a Moreno como un símbolo de la Revolución.



martes, 25 de junio de 2013

Conflicto y disolución:



En abril de 1811, anticipando un movimiento de los morenistas, el grupo de Cornelio Saavedra, apoyado por buena parte de la población de los suburbios forzó la separación y detención de los miembros remanentes que eran partidarios de Mariano Moreno como Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan Larrea y Agustín José Donado, tras lo cual, la Sociedad Patriótica fue disuelta, entre el 5 y 6 de abril. Con esto se vió cumplido el plan de Saavedra.En enerio de 1812, Bernardo de Monteagudo intentó reestablecer la Sociedad, actuó por unos momentos pero había perdido gran parte de su influencia. Esta institución adquirió carácter semioficial al contar con el apoyo de personas del gobierno (Paso, Chiclana). Se instaló entonces en el edificio del Consulado de Buenos Aires, hasta que fue absorbida por la Logia Lautaro.

domingo, 23 de junio de 2013

Unión con la Logia Lautaro:

Cuando fracasó Monteagudo en su intento por recuperar la Sociedad, la Logia tenia un objetivo en mente: luchar para lograr la independencia continental, triunfando en el plano militar y haciendo que la política siguiera ese objetivo básico. Aprovechando la ocasión se unió con la Sociedad Patriótica.

sábado, 22 de junio de 2013

Derrocamiento del Primer Triunvirato:

El 8 de octubre de 1812 ambas sociedades produjeron una revolución militar que derrotó al Primer Triunvirato, quienes eran la primer activa oposición del gobierno. Censuraban el marcado centralismo del gobierno derrotado y la demora en convocar a un congreso general. El 6 de abril del año anterior los saavedristas habían expulsado del gobierno, por la violencia, a los morenistas; ahora los revolucionarios destituían al Triunvirato para poder concretar sus objetivos de independencia.Se cree que durante estos acontecimientos, por parte de los grupos morenistas, se comenzó a utilizar el símbolo patrio, es decir, la cinta celeste y blanca como distintivo político. Tras esto se organizóla instalación del Segundo Triunvirato. Este último convocaría al Congreso Constituyente que conocemos como la Asamblea del Año XIII, en la que Monteagudo participó como diputado por Mendoza. 



sábado, 15 de junio de 2013


                                                                              Agustín José Donado

viernes, 14 de junio de 2013

                                                                                                Francisco Planes

jueves, 13 de junio de 2013

                                                                                                    Juan Larrea

miércoles, 12 de junio de 2013

                                                                Nicolás Rodríguez Peña

jueves, 6 de junio de 2013

la logia lautaro y la sociedad patriotica

Un grupo de jóvenes americanos, que habían integrado el ejército español en la lucha contra Napoleón, llegó a Buenos Aires en marzo de 1812. Su objetivo era luchar por la independencia. Habían ingresado en las logias secretas liberales que actuaban en Europa, dependientes de la Gran Unión Americana, organizada por Francisco de Miranda en Londres. El Triunvirato los incorporó al ejército y les reconoció el grado militar.Entre ellos se destacaban José de San Martín, a quien el gobierno le encomendó la organización de un cuerpo de caballería —elRegimiento de Granaderos a Caballo— y Carlos María de Alvear, joven ambicioso integrante de una de las principales familias porteñas.

A poco de llegar organizaron una sociedad secreta, la Logia Lautaro, con la finalidad de luchar por la independencia y la organización constitucional en América; se proponía fortalecer la unidad política y militar de la revolución, planeando una estrategia global frente al poder de los españoles en América. Incorporaron personalidades que sostenían el ideal emancipador, como Bernardo de Monteagudo, líder de la Sociedad Patriótica.
La logia matriz residía en Buenos Aires; su presidente era Alvear, siendo su vicepresidente San Martín. Poseía además filiales en el interior. Los miembros se llamaban Hermanos, tenían un código para comunicarse y se comprometían a consultar a la logia en caso de ser elegidos para integrar el gobierno.
Al mismo tiempo, los Jóvenes de la Sociedad Patriótica, que inicialmente apoyaban al gobierno, comenzaron a criticarlo. Desde diferentes periódicos insistían sobre la necesidad de declarar la independencia y de reunir un congreso que sancionase una constitución. Con el paso del tiempo, las miras de la Logia y de la Sociedad llegaron a confluir en una oposición conjunta.

martes, 4 de junio de 2013

                                           HISTORIA ARGENTINA(1810-1820)


                                              HISTORIA ARGENTINA(1776-1810)


lunes, 3 de junio de 2013

MAS INFORMACION SOBRE LA SOCIEDAD PATRIOTICA


La sociedad patriotica o tambien llamada la sociedad literario se inauguró bajo la presidencia de don Bernardo de Monteagudo y sobre la base del Club fundado en 1810 en el café de San Marcos; en dicho lugar se había hecho cada vez más fuerte la oposición al núcleo saavedrista de gobierno.También a comienzos de 1812, Monteagudo comenzó a dirigir el órgano de difusión de la Sociedad Patriótica Literaria, “El Grito del Sud”. Este grupo junto a la recién fundada Logia de Caballeros Racionales (Logia Lautaro), con San Martín a la cabeza, participaron el 8 de octubre de 1812 del derrocamiento del Primer Triunvirato y la instalación del Segundo. Este último convocaría al Congreso Constituyente que conocemos como la Asamblea del Año XIII, en la que Monteagudo participó como diputado por Mendoza. 


domingo, 2 de junio de 2013

oración inaugural

Oración inaugural. Apertura de la Sociedad Patriótica 13 de enero de 1812

Exordio

Aislado el hombre en su primitivo estado y reducido al estrecho círculo de sus insuficientes recursos, buscó en la sociedad de sus semejantes el apoyo de su precaria existencia y bien presto la necesidad sancionó la unión recíproca que anhelaba el instinto. Mas apenas conoció las primeras ventajas de esta asociación, cuando ya sintió sus inconvenientes y peligros: el más fuerte, el más sagaz de los asociados hizo los primeros ensayos de la tiranía y el débil resto empezó a preparar con su obediencia pasiva la materia de que se había de formar después el primer eslabón de la cadena de los mortales. La sociedad hizo progresos, el hombre satisfizo sus necesidades, encontró lo útil, descubrió lo agradable, y calculó que podría dilatar con el tiempo la esfera de sus placeres. Cada día daba un paso en sus adquisiciones, y retrogradaba en sus recursos, porque sus urgencias se multiplicaban en razón de aquellas: crecían sus apetitos, pululaban sus pasiones, y su inexperta razón fluctuaba en la impotencia de satisfacerlas. En este contraste empezó el hombre a inventar recursos y combinar sus fuerzas con los primeros medios que le sugería su limitado y naciente ingenio. El error presidió sus primeros ensayos y en el embrión de sus combinaciones descubrió ya el germen de sus vicios, resultado preciso de su ignorancia; porque la perversidad no es sino el efecto de un falso cálculo. Por último emprendió el crimen sin prever sus consecuencias y su corazón recibió entonces diferentes impresiones que fijaron la época de su corrupción y de su infelicidad. 


oración inaugural (segunda parte)

Ofuscado ya el espíritu humano y viciada su complexión moral, se familiarizó con los atentados y puso por ley fundamental de su primer código la fuerza y la violencia. En este período la raza de los hombres se multiplicaba ya por todas partes y de las primeras sociedades empezaron a formarse sucesivamente reinos, imperios y numerosas asociaciones. La tierra se pobló de habitantes; los unos opresores y los otros oprimidos: en vano se quejaba el inocente; en vano gemía el justo; en vano el débil reclamaba sus derechos.
Armado el despotismo de la fuerza y sostenido por las pasiones de un tropel de esclavos voluntarios, había sofocado ya el voto santo de la naturaleza y los derechos originarios del hombre quedaron reducidos a disputas, cuando no eran combatidos con sofismas. Entonces se perfeccionó la legislación de los tiranos; entonces la sancionaron a pesar de los clamores de la virtud y para acabar de oprimirla llamaron en su auxilio el fanatismo de los pueblos y formaron un sistema exclusivo de moral y religión que autorizaba la violencia y usurpaba a los oprimidos hasta la libertad de quejarse, graduando el sentimiento por un crimen.
Mientras el mundo antiguo envuelto en los horrores de la servidumbre lloraba su abyecta situación, la América gozaba en paz de sus derechos, porque sus filántropos legisladores aún no estaban inficionados con las máximas de esa política parcial, ni habían olvidado que el derecho se distingue de la fuerza como la obediencia de la esclavitud; y que en fin la soberanía reside sólo en el pueblo y la autoridad en las leyes, cuyo primer vasallo es el príncipe. No era fácil permaneciesen por más tiempo nuestras regiones libres del contagio de la Europa, en una época en que la codicia descubrió la piedra filosofal, que había buscado inútilmente hasta entonces: una religión cuya santidad es incompatible con el crimen sirvió de pretexto al usurpador. Bastaba ya enarbolar el estandarte de la cruz para asesinar a los hombres impunemente, para introducir entre ellos la discordia, usurparles sus derechos y arrancarles las riquezas que poseían en su patrio suelo. Sólo los climas estériles donde son desconocidos el oro y la plata, quedaban exentos de este celo fanático y desolador. Por desgracia la América tenía en sus entrañas riquezas inmensas y esto bastó para poner en acción la codicia, quiero decir el celo de Fernando e Isabel que sin demora resolvieron tomar posesión por la fuerza de las armas, de unas regiones a que creían tener derecho en virtud de la donación de Alejandro VI, es decir, en virtud de las intrigas y relaciones de las cortes de Roma con la de Madrid. En fin las armas devastadoras del rey católico inundan en sangre nuestro continente; infunden terror a sus indígenas; los obligan a abandonar su domicilio y buscar entre las bestias feroces la seguridad que les rehusaba la barbarie del conquistador.

oración inaugural (tercera parte)

Establecida por estos medios la dominación española se aumentaban cada día los eslabones de la cadena que ha arrastrado hasta hoy la América y por el espacio de más de 300 años ha gemido la humanidad en esta parte del mundo sin más desahogo que el sufrimiento, ni más consuelo que esperar la muerte y buscar en las cenizas del sepulcro el asilo de la opresión. La tiranía, la ambición, la codicia, el fanatismo, han sacrificado millares de hombres, asesinando a unos, haciendo a otros desgraciados y reduciendo a todos al conflicto de aborrecer su existencia y mirar la cuna en que nacieron como el primer escalón del cadalso donde por el espacio de su vida habían de ser víctimas del tirano conquistador. Tan enorme peso de desgracias desnaturalizó a los americanos hasta hacerlos olvidar que su LIBERTAD era imprescriptible: y habituados a la servidumbre se contentaban con mudar de tiranos sin mudar de tiranía. En vano de cuando en cuando la naturaleza daba un grito en medio de la América por boca de algunos héroes intrépidos: un letargo profundo parecía ser el estado natural de sus habitantes y si alguno hablaba, luego caía sobre su cabeza el homicida anatema del rey o de sus ministros y los buenos deseos de los corazones sensibles doblaban la desgracia y la humillación de los demás... Las edades se sucedían, las revoluciones del globo mostraban la instabilidad del trono de los déspotas, y sólo la América parecía estar destinada a servir de eterno pábulo a la tiranía exaltada, hasta que presentándose sobre la escena del mundo un político y feliz guerrero, cuyos triunfos igualan el número de sus empresas y a quien con razón hubiera mirado la ciega gentibilidad como al Dios de las batallas, concibe el gran designio de regenerar a esa nación degradada por la corrupción de su corte, enervada por las pasiones de sus ministros y reducida por la ignorancia a una estúpida apatía que no le dejaba acción sino para aniquilar lo que ya había destruido su codicia. Lo consigue por medio de la fuerza combinada con la persuasión e intrigas de los mismos españoles y el león de tan decantada bravura rinde la cerviz a las armas del emperador. Llegan las primeras noticias a la América, y al modo que un fenómeno incalculado pone en entredicho las sensaciones del filósofo, quedan todos al primer golpe de vista poseídos de sorpresa, que en los unos produce luego el pavor y en otros la confianza. Los hombres se preguntan con asombro ¿qué hay de nuevo? Y todos buscan el silencio para contestar que pereció la España y se disolvió ya la cadena de nuestra dependencia. No importa que busquen todavía el silencio y la sombra para respirar, en breve serán todos intrépidos y sólo temblarán los que antes infundían terror al humilde americano.
Así sucedió a poco tiempo: empezó nuestra revolución y en vano los mandatarios de España ocurrirán con mano trémula y precipitada a empuñar la espada contra nosotros: ellos erguían la cabeza y juraban apagar con nuestra sangre la llama que empezaba a arder; pero luego se ponían pálidos al ver la insuficiencia de sus recursos. La Plata rasgó el velo; la Paz presentó el cuadro; Quito arrostró los suplicios; Buenos Aires desplegó a la faz del mundo su energía y todos los pueblos juraron sucesivamente vengar la naturaleza ultrajada por la tiranía.
Ciudadanos, he aquí la época de la salud: el orden inevitable de los sucesos os ha puesto en disposición de ser libres si queréis serlo: en vuestra mano está abrogar el decreto de vuestra esclavitud y sancionar vuestra independencia. Sostener con energía la majestad del pueblo, fomentar la ilustración; tales deben ser los objetos de esta sociedad patriótica, que sin duda hará época en nuestros anales, si, como yo lo espero, fija en ellos los esfuerzos de su celo y amor público. Analicemos la
importancia de esta materia

sábado, 1 de junio de 2013

articulo primero

No habría tiranos si no hubiera esclavos, y si todos sostuvieran sus derechos, la usurpación sería imposible. Luego que un pueblo se corrompe pierde la energía, porque a la trasgresión de sus deberes es consiguiente el olvido de sus derechos y al que se defrauda lo que se debe a sí propio le es indiferente el ser defraudado por otro. Cuando veo a Roma libre producir tantos héroes como ciudadanos, cuando veo al tribuno, al cónsul, al dictador sacrificarse en las calamidades públicas a las furias infernales por medio de una augusta y terrible ceremonia; cuando veo que el espíritu público forma el patrimonio de un romano; cuando veo el pabellón de la república en toda la Italia, en una parte de la Sicilia, en la España, en las Galias y aun en el África, infiero desde luego que en Roma no puede haber un usurpador, porque veo que el pueblo sostiene sus derechos y respeta sus deberes; pero cuando veo que cada magistrado es un concesionario, que sólo el dinero y la intriga elevan los pretendientes a las sillas curules, que las legiones de la República no son ya sino las legiones de los próceres y que los ciudadanos no tratan sino de hacer un tráfico vergonzoso de sus derechos, no dudo que se acerca la época de Augusto y el fin de la república.Un usurpador no es más que un cobarde asesino que sólo se determina al crimen cuando las circunstancias le aseguran la ejecución y la impunidad; teme la sorpresa y procura prevenir el descuido: la energía del pueblo lo arredra y así espera que llegue a un momento de debilidad o caiga en la embriaguez febril de sus pasiones: él conoce que mientras la LIBERTAD sea el objeto de los votos públicos, sus insidias no harán más que confirmarlas, pero que cuando en las desgracias comunes cada uno empieza a decir "yo tengo que cuidar mis intereses" este es el instante en que el tirano ensaya sus recursos y persuade fácilmente a un pueblo aletargado que la fuerza es un derecho: todas las demás consecuencias proceden de este principio, pero es imposible que las armas lo sancionen si la debilidad del pueblo no lo autoriza: en vano se presentarán en Atenas 30 tiranos para usurpar la autoridad por la fuerza, ellos podrán por el espacio de 8 meses hacer temblar a la virtud y sacrificar 1500 ciudadanos privándolos aun de las exequias fúnebres, pero mientras los atenienses amen la LIBERTAD y el pueblo no degenere por la corrupción, Atenas será libre y no faltará un Tracibulo que restablezca la majestad del pueblo. No lo dudemos; mientras este sostenga sus derechos, los tiranos harán vanas tentativas y donde crean elevar su trono no harán más que encontrar un sepulcro.Pero todo pueblo ilustrado, bárbaro, guerrero o pacífico, virtuoso o corrompido necesita una causa que lo mueva y un agente que lo determine: él se entregaría a impresiones ciegas y desordenadas en el momento que le faltase un principio determinante de sus acciones: él necesita que los que mejor conocen sus intereses lo ilustren, y sabe muy bien que aunque no es fácil se corrompa su corazón, podría vacilar su suerte en los peligros, fluctuar su prosperidad en la paz y ver amenazada su existencia por la fuerza o la anarquía. Prevenido de este instinto busca siempre en los conflictos una mano que lo sostenga y corre con entusiasmo donde lo llama el héroe que le ofrece salvarlo: si poseído este del amor a la gloria emprende cosas grandes, su ejemplo le hace sentir luego hasta qué grado de fuerza puede elevarse su virtud y comunicándose a la multitud la energía del individuo llega a fijar su destino.Ningún pueblo ha derogado, ni puede derogar sus derechos; su propensión a la salud pública es una necesidad que resulta de su organización moral, y su amor a la independencia es tanto mayor, cuanto es más íntimo el convencimiento que tiene de su propia dignidad: él la sostendrá con sus fuerzas físicas, si el que dirige su opinión desenvuelve esta aptitud. Al hombre ilustrado toca este deber y sus luces son la medida de los esfuerzos con que debe contribuir. He aquí como insensiblemente he venido a fijar la regla que debe formar el espíritu de una institución que empieza en este memorable día y llegará a ser en breve el seminario de las virtudes públicas.

articulo primero (segunda parte)

Yo no dudo que si hubiera sido compatible con el sistema antiguo la existencia de un solo hombre capaz de hacer conocer a los pueblos de América su dignidad, el período de la opresión acaso no hubiera sido más durable que el de la sorpresa que causó en ellos la irrupción de Hernán Cortés y Pizarro; pero un plan reflexivo de tiranizar fulminaba ya terribles anatemas contra todos los que tenían alguna influencia en la multitud, y no le inspiraban ideas de envilecimiento y servidumbre, ni le hacían entender que debían mirar como un don del cielo las cadenas que arrastraba: obedecer a la fuerza como a una ley sagrada, respetar la esclavitud como un deber natural y no conocer otra voluntad que la de un déspota a quien la preocupación hacía inviolable. Esta ha sido la causa que ha perpetuado hasta nuestros días el sistema colonial de la península: los pueblos habían olvidado su dignidad y ya no juzgaban de sí mismos sino por las ideas que les inspiraba el opresor.
Confirmada por la experiencia la causa de nuestros males es tiempo de repararlos, destruyendo en los pueblos toda impresión contraria a la inviolabilidad de sus derechos. Yo tengo la complacencia de esperar que la sociedad patriótica contraerá todos sus esfuerzos a este objeto, considerándolo como una de sus primordiales obligaciones: ella debe por medio de sus memorias y sesiones literarias grabar en el corazón de todos esta sublime verdad que anunció la filosofía desde el trono de la razón: la soberanía reside sólo en el pueblo y la autoridad en las leyes: ella debe sostener que la voluntad general es la única fuente de donde emana la sanción de ésta y el poder de los magistrados: debe demostrar que la majestad del pueblo es imprescriptible, inalienable y esencial por su naturaleza; que cuando un injusto usurpador la atropella y se lisonjea de empuñar un cetro que se resiente de su violencia y ofrece a la vista de todos el proceso abreviado de sus crímenes, no hace más que poner un precario entredicho al ejercicio de aquella prerrogativa y paralizar la convención social mientras dure la fuerza sin debilitar un punto los principios constitutivos de la inmunidad civil que caracteriza y distingue los derechos del pueblo.

articulo primero (tercera parte)

Cuando la América esté firmemente convencida de estas verdades y olvide esos inveterados errores que una moral exclusiva y parcial ha convertido en dogmas inconcusos, ocurriendo a la autoridad del tiempo en defecto de la sanción de las leyes, para persuadir que la justicia era el apoyo de sus principios: cuando la América conozca que el santo código de la naturaleza es uno e invariable en cualquier parte donde se multiplica la especie humana, y que son iguales los derechos del que habita las costas del Mediterráneo y del que nace en las inmediaciones de los Andes: cuando recuerde su antigua dignidad y reflexione que sus originarios legisladores conocieron de tal modo los imprescriptibles derechos del hombre y la naturaleza de sus convenciones sociales, que considerándose siempre como los primeros ciudadanos del estado y los más inmediatos vasallos de la ley, no miraban en el pueblo que les obedecía sino la primera fuente de su autoridad, sin embargo de que su origen podía hacerles presumir que su misma cuna les daba derecho al trono: cuando la América entre a meditar lo que fue en los siglos de su independencia, lo que ha sido en la época de su esclavitud y lo que debe ser en un tiempo en que la naturaleza trata ya de recobrar sus derechos, entonces deducirá por consecuencia de estas verdades, que siendo la soberanía el primer derecho de los pueblos, su primera obligación es sostenerla y el supremo crimen en que puede incurrir será por consiguiente la tolerancia de su usurpación. Todo derecho produce un deber relativo de sostenerlo, y la omisión es tanto más culpable, cuanto es más importante el derecho: cada uno de los que tengan parte en él es reo delante de los demás si deja de contribuir a su conservación. Yo bien sé que los miembros de esta naciente sociedad están penetrados de estos principios y que su conducta va a formar la mejor apología de ellos: bien sé que uno de los motivos determinantes de esta reunión patriótica ha sido analizar y conocer a fondo las preeminencias del hombre, los derechos del ciudadano y la majestad del pueblo; pero es imposible sostenerla sin ilustrarlo sobre los principios de donde deriva, sobre la teoría en que se funda y sobre los elementos del código sagrado de la naturaleza, última sanción de todos los establecimientos humanos. Pero si el error y la ignorancia degradan la dignidad del pueblo disponiéndolo a la servidumbre, la falta de virtudes lo conduce a la anarquía, lo acostumbra al yugo de un déspota perverso a quien siempre ama la multitud corrompida; porque la afinidad de sus costumbres asegura la impunidad de sus crímenes recíprocos. Nada importaría que desempeñase la sociedad aquel primer objeto, si prescindiese de estos dos últimos: el silencio respecto de ellos haría quimérica toda reforma e invariable todo plan; y las medidas que se adoptasen serían tan frágiles como sus principios.